miércoles, 20 de julio de 2011

El Reencuentro parte I

Esta historia se basa en un hecho de mi ya muy lejana primera juventud, cuando contaba con 18-19 años. Entonces me enamoré por vez primera en mi vida, con esa pasión o vehemencia e ilusión, también la irresponsabilidad y descuido de esa edad en que todavía queda mucho del adolescente que eras a los 15-16 años pero sin llegar al aplomo, responsabilidad y serenidad de los 25-30 años; esa edad en que ya no eres el adolescente que fuiste pero tampoco el hombre cabal y sensato que llegarás a ser.

Anduve entonces tras esa chica dos o tres veranos seguidos y cuando creía que ella al fin aceptaría ser mi novia sucedió que me “arreó” una calabazas memorables mientras bailábamos en la pista que el casino instalaba al aire libre por las Ferias y Fiestas del pueblo donde ambos veraneábamos: Que como amigos muy santo y muy bueno, pero que de novios nada de nada. Que en un momento casi le pareció que tal vez, pero que no, no y no. Así, por triplicado, para que no me quedaran dudas.

En poco tiempo aquella chica fue agua pasada que ya nada movía en mi molino pero pasó a ser para mi el bello recuerdo de una época muy hermosa y querida de mi vida.

Y es que yo pienso que la persona, hombre o mujer, mujer u hombre, que fue nuestro primer amor queda perennemente en nuestra mente como lo que es, un bello recuerdo que nos retrotrae a un tiempo, puede que idealizado, que para nosotros suele ser grato, hasta mejor que el presente, tal vez porque se fue para no volver. Es algo así como hacer bueno lo que Jorge Manrique, poeta español del siglo XV, dice en sus “Coplas a la muerte de su padre, D. Rodrigo Manrique”: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”

Aquella muchacha se llamaba Carmen, razón por la que la protagonista de la historia se llame así, y era sobrina de los confiteros del pueblo en cuya casa pasaba los veranos. Por cierto, la confitería que cito en la historia es la de sus tíos, y lo más parecido a una cafetería que en kilómetros a la redonda había por aquel entonces.

El pueblo de la historia es realmente el que fue patria chica de mi madre y sus antepasados, hasta de mi propia hermana; y la casona, la casa ancestral de mi familia materna, por entonces ya de la exclusiva propiedad de mis padres. La plaza y calle Mayor que describo son las de este pueblo y es cierto que esa plaza causa impacto a quien la ve por su extraordinaria y sobria belleza del renacimiento de la época de Carlos Iº, el que fue Vº de Alemania, construida hacia 1516. También hace impresión la iglesia parroquial, una joya del gótico final, siglo XIII, con aditamentos renacentistas posteriores, más o menos coetáneos a la construcción de la plaza.

El pueblo se sitúa en una serranía, pero no en la provincia de Cuenca sino en otra de las hoy día castellano-manchegas.

La historia desde luego es pura fantasía y de real sólo tiene el hecho de que el protagonista se enamora de quien no se enamora de él. El resto, lo dicho, fantasía más falsa que un duro o, mejor, un euro de plomo

Pero también es una especie de ensueño, un dejar volar la imaginación en forma onírica en pos de aquél tiempo de recuerdo tan amable. Un sueño por el que reviví aquella mi temprana juventud sumergiéndome como simple observador del escenario, del tiempo y lugar en que se desarrolla la historia y que me regaló momentos muy agradables mientras escribí la historia pues recordé muchas cosas casi olvidadas de aquel pasado: Mis estancias en aquel pueblo al que hace décadas que no voy; los amigos que me fueron íntimos y que hace casi siglos que no veo; primos míos que más que parientes fueron amigos desde la infancia, muchos de ellos pasados ya a mejor vida.... El pueblo mismo, lo que tal vez me haya resultado más entrañable de todo... Y es que soñar no cuesta nada ni con ello se hace daño a nadie. Y al final, pues lo que D. Pedro Calderón de la Barca dice en “La Vida es Sueño”: Los sueños..., sueños son.

Por finales decirte, querido lector, que la historia es un poco larga, comprenderá varios capítulos y puede que pronto te canses de leerla, pero cuánto te agradecería que llegues hasta el final. Tal vez, cuando veas el FIN al acabar el último capítulo, hasta te alegres de haber llegado hasta ahí, pues creo que, en su conjunto, la historia no me salió mal del todo.

Un saludo afectuoso a todos vosotros, queridos lectores que me honráis con vuestra atención. Hasta siempre.

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